viernes, 6 de enero de 2012

Samarkanda

En realidad en castellano se escribe Samarcanda, pero creo que con "k" es más exótico.

Estos días atrás iba y venía este topónimo en mi cabeza. Intentaba acordarme de cuándo fue la primera vez que lo escuché o leí. Fue en primaria, en una clase de inglés un tanto laxa por la proximidad de unas vacaciones (¿Navidad? ¿Semana Santa? ¿verano? no lo recuerdo)

El caso es que nuestra profesora nos repartió a todos unas fotocopias en blanco y negro de mala calidad con un texto en inglés; ya sabéis, los típicos sacados de algún libro bueno que el colegio finalmente había desechado en pos de otro peor pero casi regalado por una editorial que conociera la "dire".

Se titulaba "Appointment in Samarkanda" e iba ilustrado por un dibujo que había salido demasiado oscuro, pero en el que pude apreciar dos personajes en primer plano con edificios de fondo que tenían un aire a los de Ágraba, del Aladdín de Disney. De uno de los monigotes no me acuerdo absolutamente, pero el otro se me antojó al primer vistazo un ninja: completamente vestido de negro y con una braga (entiéndase por braga la 3ª definición que le da al uso la RAE) en la cabeza que le cubría todo menos los ojos.

Luego, a medida que descifraba el texto (he de reconocer que, por aquel entonces, mi nivel de inglés era limitado cuando no escaso) descubrí que en realidad no era un ninja (que pillaban un poco lejos de aquella ciudad otrora persa, ahora uzbeka) sino que pretendía representar la personificación de la Muerte para los árabes (que vaya usted a saber si es o no cierto viniendo de un student's book pre-intermediate)

miércoles, 4 de enero de 2012

Sugestión

Hace unas cuantas entradas os comentaba que, de vez en cuando, retomaba contados libros. Pues es el caso. He vuelto a coger "El Club Dumas" y me ha enganchado como las otras cuatro veces que me lo he leído. De hecho, como me lo releo espaciado en el tiempo, me asombra cómo soy capaz de olvidar detalles importantes de la trama, y por lo tanto sorprenderme nuevamente con ellos. Como si fuera la primera vez.


Por eso me encanta; por eso y porque este libro en concreto contiene una importante e interesante "base de datos" de lectura: aporta un buen número de títulos clásicos a los que echar mano en caso de duda existencial frente a las estanterías de la biblioteca cuando no se sabe muy bien cuál coger.

Pero el aspecto que más me atrae del libro es, como no, el misterio. Y no me refiero a misterio como a sinónimo de intriga, que también, sino como a sinónimo de arcano. Lo mejor de todo es que el autor (y por tanto el protagonista) es un descreído en este campo. Se afana en aclarar y argumentar que nada de carácter preternatural tiene cabida en una mente racional... y a pesar de ello, introduce al lector poco a poco y sin remedio en un ambiente siniestro de hechos poco explicables.

martes, 3 de enero de 2012

Fragmentos

¿No os ha pasado alguna vez que sentís un impulso irrefrenable de volver a leer una parte de un libro?
No el libro entero, sino un capítulo concreto, un párrafo, un soneto...

Últimamente me ocurre muy a menudo. Me hablan de un viaje en tren y me apetece leer un capítulo de El Club Dumas que transcurre en un coche-cama. Echo un vistazo a un artículo sobre un descubrimiento arqueológico en Italia y se me antoja releerme el inicio de Quimaira, de Valerio Massimo Manfredi. Tengo que examinarme de una prueba oficial de inglés y me entran ganas de ojear un "bookworm" sobre Drácula de Bram Stoker...

Pero sólo eso, un fragmento. Busco disfrutar, saborear figuradamente esas páginas contadas, dónde sé que satisfaré mi deseo, pero sin necesidad de sumergirme por completo en la trama.
Se trata de algo superficial e inmediato. Y a otra cosa.

También me sucede con las películas, sólo me vaga ver una determinada escena. No necesito hacer palomitas, ni servirme un refresco, ni demás parafernalias. Sólo buscar el momento exacto en que esa secuencia empieza y verla una vez, dos, las que me dé la gana.

Me seduce no estar supeditada a la obligación preconcebida de empezar algo por el principio y tener que terminarlo.

En ocasiones, me apetece escribir una entrada corta en el blog, sin preocuparme por ilustrarla con alguna imagen. Únicamente comentar un pensamiento pasajero.


A veces es mejor una pequeña dosis de placer que acabar saciada.