viernes, 6 de enero de 2012

Samarkanda

En realidad en castellano se escribe Samarcanda, pero creo que con "k" es más exótico.

Estos días atrás iba y venía este topónimo en mi cabeza. Intentaba acordarme de cuándo fue la primera vez que lo escuché o leí. Fue en primaria, en una clase de inglés un tanto laxa por la proximidad de unas vacaciones (¿Navidad? ¿Semana Santa? ¿verano? no lo recuerdo)

El caso es que nuestra profesora nos repartió a todos unas fotocopias en blanco y negro de mala calidad con un texto en inglés; ya sabéis, los típicos sacados de algún libro bueno que el colegio finalmente había desechado en pos de otro peor pero casi regalado por una editorial que conociera la "dire".

Se titulaba "Appointment in Samarkanda" e iba ilustrado por un dibujo que había salido demasiado oscuro, pero en el que pude apreciar dos personajes en primer plano con edificios de fondo que tenían un aire a los de Ágraba, del Aladdín de Disney. De uno de los monigotes no me acuerdo absolutamente, pero el otro se me antojó al primer vistazo un ninja: completamente vestido de negro y con una braga (entiéndase por braga la 3ª definición que le da al uso la RAE) en la cabeza que le cubría todo menos los ojos.

Luego, a medida que descifraba el texto (he de reconocer que, por aquel entonces, mi nivel de inglés era limitado cuando no escaso) descubrí que en realidad no era un ninja (que pillaban un poco lejos de aquella ciudad otrora persa, ahora uzbeka) sino que pretendía representar la personificación de la Muerte para los árabes (que vaya usted a saber si es o no cierto viniendo de un student's book pre-intermediate)
RE-EDITO porque he conseguido encontrar la imagen de la que os hablaba tras una intensa búsqueda! ¡¡Y en color!! (no en el chapucero b/n de mis recuerdos estudiantiles)

Tiene el honor de ser uno de los cuentos de Las Mil y Una Noches con mayor variedad de títulos: "La cita", "El árabe y la Muerte", "El gesto de la Muerte"... Una fábula que se transmitió de boca en boca y que, según el país donde se contaba, la ciudad del título cambiaba de nombre: en Iraq es Samarra; en Irán, Isfahán, etc.

Es una historia muy corta (aunque cada uno la enrevesa como quiere) que, bien contada entre penumbras, me sigue poniendo los pelillos de punta.

Disfrutadla.


Hubo una vez, durante el Califato Abasí, un rico Califa en Bagdad que era muy famoso por su sabiduría y su bondad. Un día, el Califa envió a su sirviente Abdul al mercado a comprar comida. Mientras Abdul miraba por los puestos, de repente sintió un escalofrío. Notó que alguien estaba detrás de él. Se volvió y vio un hombre alto vestido de negro al que no podía verle la cara porque la tenía cubierta, pero sí sus fríos ojos. El hombre le estaba mirando fijamente y Abdul comenzó a temblar.
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Por qué estás mirándome? – preguntó Abdul atropelladamente.
El hombre de negro no respondió.
- ¿Cómo te llamas? – le interrogó nervioso, de nuevo, Abdul.
- Yo soy… La Muerte – respondió el extraño secamente, y se fue.
Abdul dejó caer la cesta de la compra, se dirigió corriendo al palacio y precipitadamente entró en los aposentos del Califa.
- Lo siento, mi señor. Tengo que dejar Bagdad inmediatamente – dijo Abdul.
- ¿Por qué? ¿Qué ha sucedido? – preguntó el Califa.
- Acabo de encontrarme con la Muerte en el zoco – replicó Abdul.
- ¿Estás seguro? – le interpeló el Califa.
- Completamente. Iba vestido de negro y me miraba fijamente. Por favor, permítidme ir a la casa de mi padre en Samarkanda. Si parto ahora mismo, estaré allí antes de la puesta del sol del tercer día– dijo Abdul.
El Califa veía que Abdul estaba aterrado y le dio permiso para marchar.
Aun así, el Califa estaba perplejo y no entendía nada de aquel asunto, pero, como tenía mucho cariño por Abdul, se enfureció sumamente por que un extraño hubiera querido atemorizar a su criado. Entonces decidió ir al bazar a investigar el asunto vestido como uno más de sus súbditos. Después de un rato, el Califa encontró al hombre de negro y le increpó:
- ¿Por qué amedrentaste a mi sirviente?
- ¿Quién es vuestro sirviente? – le respondió el desconocido.
- Su nombre es Abdul – contestó el Califa.
- ¡Oh! Yo no pretendía intimidarle. Simplemente me sorprendió verlo en Bagdad – replicó la Muerte.
- ¿Y eso por qué? – preguntó el Califa.
- Porque tengo una cita con él… dentro de tres noches… en Samarkanda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario