miércoles, 6 de noviembre de 2013

Ponerse decimonónico en las calendas de Noviembre

Tras una semana (allá por el mes de octubre) en la que, incitada por una conversación con buenas amigas, se me antojó montarme mi propio ciclo de películas basadas en novelas de finales del periodo georgiano y de la incipiente época victoriana escritas por mujeres (entre nosotros, Jane Austen y las hermanas Brontë), no pude sino suspirar sin saber muy bien cuál sería la próxima después de semejante maratón de cine.

Ya me ocurrió con "Orgullo y Prejuicio" hace ya ocho años (¿tanto?) en que estuve días sin querer ver ninguna otra película hasta que su efecto se hubo desvanecido. El tiempo pasaba y ninguna me llamaba la atención; y aquéllas que finalmente vi no me dejaron ningún poso: todas insulsas, fútiles y prescindibles.

Como decía, esta semana corría el peligro de repetir idéntico decaimiento, cuando a la sazón mi hermana me recordó que, para el largo finde de Todos los Santos, habíamos reservado una pernocta en Soria meses ha.

"Soria.
El Monte de las Ánimas", me dije.
Fue algo inmediato, no tuve que pararme a pensar. Esa percepción se clavó certera en mi cerebro nada más escuchar el nombre de la ciudad.


Ya no necesité buscar más películas que visionar, conocedora como lo era de que en Soria, en las calendas de Noviembre, tiene lugar desde hace unos cuantos años la lectura teatralizada de la popular leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer, considerada por muchos el mejor cuento de terror en castellano. Mis ansias de siglo XIX, de Romanticismo y novela gótica se veían gratamente complacidas con la perspectiva de poder asistir a tal evento.


Pero no me esperaba que mis expectativas fueran, no sólo complacidas, sino ampliamente superadas.

Todo empezó poco antes de que las campanadas del reloj del Ayuntamiento de la Plaza Mayor de Soria dieran las nueve de la noche.

Frío.
Un frío atroz para alguien de la zona cálida de la meseta.

Antorchas.
Olor a antorchas que llegaban de las calles aledañas a la plaza, seguidas de extraños seres blanquecinos, que más tarde se revelaron ánimas en pena de los caballeros templarios enterrados en el Monte.



Por un instante se cruzó en mi mente la imagen de uno de los últimos mitos artificiales (viral o meme) de este incipiente siglo, la figura de "Slender man" con sus extremidades anormalmente largas y sus facciones difuminadas... Y la sensación de turbación se acrecentó.



La caterva que allí nos habíamos congregado para presenciar el espectáculo nos dejamos guiar, cuales niños de Hamelín, por los esqueletos de los otrora señores del Temple y las osamentas de sus monturas, en un tétrico pasacalles nocturno acompañado de siniestra música medieval, hasta dar a la ribera del Duero, extramuros de la villa, donde nos esperaba un grupo de monjes con teas en derredor de un atril.



Uno de esos frailes inició la lectura del relato.

Barítono.
Su voz... Me era familiar. La había escuchado antes. Sin duda se trataba de un doblador.
Cerré los ojos, intentando perfilar el esbozo de algún actor concreto con esa dicción cavernosa y precisa, y entre tantas figuras difusas surgió al fin el propietario en el cine de semejante voz: Saruman, el mago tornadizo ideado por J.R.R. Tolkien, interpretado por Cristopher Lee y doblado al castellano por Camilo García; el mismo que esa noche, vestido de franciscano o carmelita, quería hacernos pasar un mal rato.

Satisfecha ya por haber descubierto quien se encontraba detrás del facistol, me sumergí en su voz mientras narraba la leyenda (aunque me la supiera de memoria), permitiendo que arrancase en mí escalofríos, que el miedo me inundara, que cualquier sombra o sonido me inquietase, abstrayéndome de todo lo que me circundaba.

Solos la noche, el monte, esa voz, Bécquer y yo.

2 comentarios:

  1. Soria bien merece una visita, pero fundamentalmente en Todos los Santos. Ése es el día de Soria, tanto por el paisaje, como por las sensaciones que transmite. Sin duda.

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