lunes, 26 de diciembre de 2011

Disparando a Larra

Tras casi un mes sin publicar, he de seros sincera, la convalecencia no es que me haya permitido hacer gran cosa; pero sí hubo una que merece especial mención.
Hace un tiempo participé en un concurso de microrrelatos promovido por el Museo del Romanticismo, y como premio, organizaron una visita guiada privada a puerta cerrada.
La actividad del museo desde que reabrieron (tras casi 8 años de rehabilitación) se ha ampliado con una oferta muy variada: desde talleres infantiles hasta conciertos de música clásica y pop, incluyendo la celebración de la Semana Gótica de Madrid, tertulias en su café y exposiciones temporales.
Ya había estado en el museo a finales del verano, pero esta vez me envolvió una sensación distinta, más decimonónica: una mezcla entre "Cuento de Navidad" de Charles Dickens y "El Estudiante de Salamanca" de José de Espronceda. Sí, algo extraño.
El guía detalló cada estancia, contó anécdotas desconocidas de muchos objetos y de sus propietarios mientras se escuchaba a una soprano cantar en el salón de baile junto al arpa.


Ascender por la escalinata, pasear por las dependencias, tomarse un café en el jardín... aunque tuviera cierto aire artificial debido a su carácter museístico y didáctico, me hacía recordar pasajes de libros del s.XIX que me marcaron, en un burdo intento por sentirme inmersa en ese mundo, partícipe de aquella forma de vida. Pero la verdad es que, para bien y/o para mal, ese tiempo ya pasó.
Cuando abandoné su vestíbulo, dejando atrás el curioso patio pseudo-andaluz, mientras atravesaba el enorme portalón del palacio hacia el frío de la noche, empecé a dibujar en mi mente, intentado acordarme con todo detalle, la imagen de la enamorada de Larra, Dolores Armijo. Y no pude evitar preguntarme por qué Larra se suicidó aparentemente por semejante fémina, poco agraciada (por mucho que insistan en dotarla de gran belleza) y que lo había despreciado innumerables veces.

Pensé que el amor romántico era estulto, irracional, absurdo. Bastaba con poner los ojos en una mujer casada con algo de cultura que simulase desdén, considerarla una diosa inalcanzable, para volverse un loco taciturno y desearla por encima de la vida.
No pude evitar pensar que, para bien, ese tiempo ya pasó.

P.S.: podéis acceder a toda la información del Museo del Romanticismo en su página web museoromanticismo.mcu.es, y también podéis seguir su actividad en facebook.

4 comentarios:

  1. Pillaré un hueco en mi agenda para ir, porque según veo merece la pena; aunque sólo sea para tomarse un café frente a frente con la Historia :)

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  2. Debemos entender,Roma, que ganaste el concurso y por eso fuiste al museo.

    No queda claro si fuiste por esta razón o volviste a ir por tu cuenta, con la excusa de haber participado.

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  3. La curiosidad mató al gato.

    Me gustaría publicar en el blog algún día el microrrelato, pero usted sabe tan bien como yo que en Internet nada pertenece a nadie.

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  4. Cierto es. Pero la cultura es libre como el viento; y sería una grandísima pena que nos perdiéramos una buena obra por una minucia de tal calibre.
    Si hubiera alguna forma posible de leerla...

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